Siempre me he sentido diferente. Cuando era una niña creía
que yo venía de un país lejano, que mis padres no eran mis padres y que yo no
me llamaba Lara. Tonterías. Creía que tenía poderes mágicos hasta tal punto que
más de una vez hice magia. Todas las noches miraba al cielo desde mi ventana
esperando a que mi verdadera familia viniera a buscarme en su nave espacial,
pero el único que llegaba cada día para saludarme con una sonrisa era el sol. Y
así noche tras noche. Mientras el resto de los niños jugaban con sus muñecos yo
mandaba mensajes de papel al cielo para que alguno de mis compañeros
extraterrestres los leyera y decidiera volver a por mí. Me gustaba fantasear
con eso. Inventé una lengua y un código secreto que solo entendíamos mi familia
del espacio y yo. Me hacía feliz. Miraba al resto de los niños y me sentía rara.
No me gustaban las mismas cosas que a ellos y en el fondo me hacía sentir más
yo misma. Ya veis, siempre he estado como una jodida cabra.
Estuve esperando durante años que vinieran a rescatarme hasta que lo comprendí. No venía de ningún planeta lejano. Recuerdo que lloré, lloré mucho, pero tuve que conformarme. Eso es un poco la vida. Ese día dejé de ser un poco especial.
Estuve esperando durante años que vinieran a rescatarme hasta que lo comprendí. No venía de ningún planeta lejano. Recuerdo que lloré, lloré mucho, pero tuve que conformarme. Eso es un poco la vida. Ese día dejé de ser un poco especial.
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Sonrisas